“Este es el último trabajo periodístico-científico realizado por el maestro Henry Fuentes, para el Diario “Correo de los Andes”. Así fue publicado el domingo 16 de abril d 1989, justo 16 días después del fallecimiento de Henry Fuentes, insigne comunicador venezolano. Más que pertinente compartir sus agudas reflexiones, hoy, Día Mundial de la Libertad de Prensa.
Hablar de la ‘’Libertad de Expresión’’ entre quienes sabemos, por experiencia, las limitaciones que ello implica, resulta un poco complicado a no ser que estemos dispuestos a repetir la muy trajinada tesis, de que vivimos en un país libre donde cada quien puede decir lo que le venga la gana.
En nuestro país, la libertad de expresión comienza a ser negada por nosotros mismos pues existe la tendencia hecha costumbre de la autocensura y que nos coloca inconscientemente o en forma deliberada en posiciones de rechazo frente a tal o cual tema que pueda afectar nuestros propios intereses, lo de los patrones, los de nuestros amigos, los de los políticos, los de ciertos sectores económicos o sociales.
Es una especie de cortina de humo divisoria que indica el límite entre lo que debemos decir y lo que no debemos decir. Se va formando una costra de convivencia limitante caracterizada por el juego de intereses, por la preservación de favores, por la necesidad de subsistencia. En ese cuadro dramático, se mueve el periodismo.
Pero por otra parte, en nuestro país existe además la mordaza del compromiso y una ley draconiana de Colegiación que determina quién debe escribir y quién no puede hacerlo, como si para escribir fuese necesario poseer un carnet que lo acredite como periodista, como comunicador social; y en este punto quiero decir, que no niego la pertinencia del Colegio como instrumento de lucha a favor de quienes escogen el oficio de escribir y no el de mecánicos o de electrónicos, o de abogados, o médicos…
Cada gremio debe responder por el cumplimiento de ciertas normas o reglas que identificando la globalización de sus integrantes puede ser un instrumento efectivo para el logro de sus metas que ciertamente corresponden con sus labores y con la propia aspiración humana de vivir siempre en mejores condiciones. Pero en el caso del Colegio de Periodistas, este debe velar, justamente por la preservación del principio constitucional de la libertad de expresión, por la participación del periodista en la proyección de políticas comunicacionales de los medios para los cuales trabaja. El Colegio debe ser un Sindicato para garantizar que los periodistas cuando ya sean ancianos, puedan disfrutar de una pensión e incluso de un auspicio donde poder descansar los últimos días. Pero no puedo estar de acuerdo que el Colegio se intente convertir en un instrumento negador de la libertad de escribir, de opinar, de informar con certeza, de analizar problemáticas de diversos órdenes.
Pero hay algo más: en Venezuela nos rasgamos las vestiduras con eso de la “Libertad de expresión”, sin embargo, un organismo como la SIP, que nada tiene de izquierda o de marxista, en varias oportunidades ha denunciado atentados contra la libertad de expresión, cometidos por quienes no aceptan la verdadera misión de quienes escriben con la mayor objetividad y honestidad.
Entiendo que el periodismo no puede ser una expresión social grotesca, deformante, sumisa ni rendida ante los pies del que amordaza o quiere estrangular la verdad. De lo contrario, sería un brazo derecho de la mentira institucionalizada.
El periodismo está obligado a investigar, analizar y sintetizar diversas problemáticas que a diario estremecen al mundo actual tanto en la generalidad como en las particularidades. Hacer eso con objetividad le garantiza poder cumplir no solo su papel de informador ante la opinión pública, sino que se constituye en un orientador, concientizador, transformador de realidades que deben dar paso a nuevos horizontes en la vida social. Solo así, el periodismo puede ser en esencia previsivo y no conformarse con ser un permanente movimiento detenido en la exclusiva esfera del presente.
Pero igualmente, entiendo que vivimos en una era social donde la desigualdad del desarrollo se manifiesta entre los que tienen mucho y los que no tienen nada. Esto presupone, la existencia de intereses específicos y contrapuestos que deben defenderse el uno de los otros. Y quizá el peor papel de vocero en ese juego contradictorio de intereses que regulan y determinan la existencia de los medios de comunicación social, le toca al viejo y siempre vigente: periodismo.
El Estado y su Gobierno de turno, en todas las épocas y lugares, pretende, de una u otra forma, manejar el periodismo al ritmo de la defensa de los intereses y gestiones administrativas que le caracterizan para estar siempre, presentándose como el perfecto salvador de la sociedad. Podemos entonces preguntarnos: ¿Pueden gozar de libertad de expresión los periodistas que son pagados por el Estado y su Gobierno para que sean voceros de sus acciones mientras son apuntados por el filo de la navaja gubernamental?, ¿Puede haber libertad de expresión cuando se degolla el deber de informar y se aprisiona la pluma sobre el papel?, ¿Puede haber libertad de expresión para quienes esconden los verdaderos hechos por la simple conveniencia de cuidar un cargo y no verse conducido al campo de la miseria social?
Ahora también es cierto, que existe el periodismo que rompe barreras inexpugnables a riesgo de que sobre su cabeza caiga el peso de la ignominia y los ataques de quienes no entienden, que la libertad de expresión es una de las más hermosas garantías para la consolidación y continuidad creadora del desarrollo social y de la verdadera democracia.
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Es bueno recordar las tragedias que viven muchos pueblos del mundo, donde se amordaza asfixiantemente al periodismo que no se somete incondicionalmente a los designios de la injusticia social apuntada de metralletas para que no reaccionen por los derechos y deberes de la libertad de expresión. ¿Cuántos periodistas han entregado su vida en el propio teatro de los acontecimientos tratando de informar con claridad a la opinión pública y cuántos se encuentran detenidos, porque sus informaciones no han estado cuadradas con las disposiciones gubernamentales?
Es verdad que existe un periodismo que no se deja engañar por las legendarias promesas que no se cumplen, porque su único lugar seguro es el eterno vacío de la demagogia social. Ya la historia no soporta que tergiversaciones tan exageradas continúen convirtiéndose en verdades tan indiscutibles y evidentes que parecieran confirmarse en la experiencia cotidiana. Ya es hora en que la falsa conciencia no puede seguir siendo la guía para la acción en el campo del periodismo ni de ninguna otra ciencia.
Existe un periodismo que no se deja envolver por los estímulos burocráticos de las prebendas y que no se dejan, los periodistas que hacen de su profesión un deber para su pueblo, romper la rectitud y la honestidad, no dejan que se le silencie ante amenazas de que serán mutilados por el poder que todo lo quiere abarcar en un solo puño.
Por ello pienso, que la serenidad de un buen soldado en desventaja en un campo de batalla es un ejemplo que debemos tener presente y que al escoger el tema de la libertad de expresión, no puede enmarcarse en un contexto de hipocresía ni en el campo de la negación por la negación. Pero la libertad de expresión no es que podamos escribir sobre la belleza de las flores, de las difíciles escaladas de los picos más empinados, de las osadas travesías a los caudalosos ríos, de los rostros inmensamente atractivos en los concursos de Miss Universo, de los goles de Hugo Sánchez o Maradona, de los jonrones de Andrés Galarraga, de lo alienante del grupo Menudo, de Bolívar al gusto de los que deforman la historia, una imagen de la realidad que corresponde al placer de los que mandan, de la obra misericordiosa que de vez en cuando se ve obligada a realizar un dictador…La libertad de expresión es mucho más profundo porque abarca todos los campos de la vida social.
Queremos un periodismo donde la opinión dominante no sea sólo la opinión de los que dominan; queremos un periodismo donde las opiniones enfrentadas no pongan en juego estabilidades provechosas para el desarrollo social, sino donde el resultado del ejercicio libertario conduzca a imponerse el mejor argumento.
Recordemos con fuerza y espíritu creador, aquella vieja pero vigente frase del Libertador Simón Bolívar: “La imprenta es la artillería del pensamiento”.
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