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¿Por qué un Centro Comunitario de Información Patrimonial en El Empedrao?

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Calladamente, a medida que pasaban los años fui cayendo más profundamente en la convicción de que la actividad turística estaba necesariamente vinculada a la riqueza cultural de los pueblos.
Algunos teóricos parecen darme la razón. Y la experiencia demuestra que la mayoría de los turistas van en busca de otros modos, otros ritos, otras formas, costumbres, conductas, tradiciones de los pueblos, de otros pueblos.
De manera que en los proyectos turísticos deben tomarse en cuenta los valores culturales. Porque, además de la diversidad geográfica, la calidad de la infraestructura y de los servicios, los programas turísticos deben contener una oferta cultural que represente un polo de atracción para el viajero. Mientras, en paralelo, se desglosa un inventario de todas sus fortalezas para el desarrollo turístico.
El Zulia ha sido una región aislada e independiente que, históricamente, se convirtió en una sociedad civilista y autosuficiente ocupada de su propio crecimiento económico, científico y tecnológico. Y que, con el correr de los siglos, este desarrollo devino en una diferenciación que ha dado a sus habitantes elementos de identidad perfectamente detectables y que hace de su diferencia un hecho visible a los ojos de los extraños.
Su geografía es de una diversidad significativa: el paisaje cubre una línea costera de miles de kilómetros pertenecientes al saco de agua que es el Lago de Maracaibo, primer reservorio de posibilidades para esta industria que es el turismo. Ríos, ciénagas, pueblos de agua, bosques petroleros, muelles, puertos, parques y fenómenos naturales, ecosistemas, canales, tremedales. En segundo lugar, están las cordilleras: al oeste la Sierra de Perijá, ahíta de caudalosos ríos, zonas boscosas, poblados llenos de historia y un gran sentido de pertenencia entre sus habitantes; al sur, las laderas de la Cordillera de los Andes; sembrada de cultores de la tierra; y al este, algunos ramales secundarios de la Cordillera de la Costa, pequeñas serranías que ocultan desconocidos parques naturales cargados de orquídeas y pletóricos de jagueyes. Y, finalmente, inmensas zonas semidesérticas frente a un mar virgen y extraordinario en los linderos de la punta norte del estado.
Desde el punto de vista humano, el Zulia posee una variedad sobresaliente: Los grupos humanos originarios, presentes en poblaciones intactas de habitantes autóctonos sobre las cumbres del monte perijanero; o en las extensas dunas de La Guajira; o en los caños de la Laguna de Sinamaica. Todos ellos conformando una resultante de cinco etnias con ubicación distinta, distintos credos, ritos, costumbres, tradiciones y expresiones: añú, wayuu, yukpa, barí y japreria. Hacia la zona sur del Lago perviven las huellas africanas sembradas en orillas zulianas. Pueblos enteros atados a la vida de los sembradíos, a la caña de azúcar, a los centrales azucareros. Pueblos nacidos al fragor de la esclavitud que se prolongó por más de un siglo. Y en la Costa Oriental, la memoria hispana arropada por las migraciones que produjo el petróleo y sus repercusiones comerciales: colonias árabes, italianas, chinas. Y el obrero petrolero, sus campos, sus casas uniformadas y cercadas en paralelo a la línea costera del Lago.
Y, finalmente, el producto de un largo proceso de mestizaje, de encuentros y desencuentros, de historias y batallas: una cultura de ricos matices: cocina criolla con sazón africana y contornos indígenas; un particular modo de hablar, de vivir, de ser y de sentir. Manifestaciones musicales: la gaita en todas sus cuatro variantes: de furro (maracucha), de tambora (la afro-zuliana); la perijanera y la de Santa Lucía; danzas tradicionales con alta reminiscencia hispana; la presencia gastronómica que trasciende fronteras, una estructura hispánica sazonada con las costumbres del negro esclavo y los elementos del indio, que se colaron entre los delantales de las cocineras criollas del sur del Lago de Maracaibo; infinidad de fiesta religiosas y prácticas tradicionales con reminiscencia de todas las raíces fundamentales de nuestra historia, generalmente vinculadas a celebraciones religiosas: el chimbánguele y sus variables , las pastoras en Navidad, los dulces en Semana Santa; las procesiones acuáticas en varias entidades. Juegos, mitos y leyendas.
Es preciso inventariar todas estas riquezas junto a los haberes en materia de infraestructura y servicios. Y sistematizar la oferta cultural con base a este inventario.
En el contexto del Zulia destaca Maracaibo, ciudad-puerto y capital petrolera, amén de ciudad capital del estado. Y es que este carácter de puerto le dio algunas particularidades especiales. Por los siglos de los siglos ha sido centro de acopio y distribución de productos que secularmente han salido y entrado por la barra del Lago de Maracaibo. Y ha actuado como centro de decisiones en el ámbito político, económico, religioso y hasta cultural. Maracaibo cuenta con enclaves y edificaciones patrimoniales y con la mayor parte de la infraestructura moderna del estado.
Maracaibo es ciertamente una planicie que se tiende paralela al lago en la esquina nor-occidental del Lago de Maracaibo. Históricamente se consideró punto estratégico desde donde se planearon algunas de las grandes epopeyas de la independencia venezolana. Pero, además, constituye el centro fundacional de la región, donde desde 1572 se establecieron los poderes públicos, eclesiásticos, militares y civiles. Receptora, además, del producto sincrético del encuentro secular de infinidad de pueblos y culturas, Maracaibo cobija gran parte de los credos, usos y tradiciones del pueblo zuliano.
Uno de sus enclaves más importantes es la parroquia Santa Lucía, conocida como El Empedrao, único modelo vivo de la Maracaibo colonial, que recientemente fue incluida en el Decreto de Zona de Interés Turístico emitido por el gobierno nacional en relación con el casco central de la ciudad. Cuenta, además, con un basamento jurídico más amplio que la ha calificado como Zona de Protección Histórica y Zona Patrimonial por organismos nacionales, regionales y municipales. Sus haberes culturales –tanto los tangibles como los intangibles- han sido inventariados y, finalmente, cada día demuestra ser una zona de vocación turística.
Marlene Nava
Individuo Número XII de la Academia de Historia del estado Zulia


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