Salir del trabajo para iniciar la travesía de algo que puede ser cotidiano: ir por el pan de la cena. Esta vez hay que comprar más, dos días de paro donde nos mandaron a “guardar comidita”, bueno, a ver qué alcanzo a comprar.
A las 5:20 pm comienza mi odisea: ir a un cajero a sacar algo de efectivo, una cola de aproximadamente 35 personas me hizo desistir de semejante osadía. Segundo destino: vamos por el pan: una panadería pequeña pero de muy buen pan por Primero de Mayo debe estar cómoda para comprar, ¡ja! Pues ni siquiera se podía estacionar y adentro la interminable cola me ahuyentó de inmediato y me fui con la seguridad de que en el supermercado de Santa Rita con Cecilio Acosta donde el pan es bueno y barato cumpliría mi objetivo, primera vez que veo tantos carros en todos los sentidos, conduzco con cuidado, despacio para ver cómo estaba eso.
Adentro estoy segura que había más de 200 personas y una vez más desisto de mi idea de comprar pan. Debo comprar algunas verduras, voy al de siempre, en Santa Rita, en medio de guacales que entraban y salían, un empleado reparte patilla entre las casi 50 personas, cual sardinas enlatadas en los escasos 25m2 aproximados del local con aroma a cilantro, cebollas, sudor y murmullos: “es que esto no lo aguanta nadie” decía la señora entaconada y con el pelo encogiéndose por el calor mientras otra le arrebata unos tomates recién llegados a un señor que habla por teléfono y este le dice: ¡Nooo, llévame pa’ tu casa pa’ que me hagáis la salsa! Luego de 40 minutos de calor e impregnada de olores mezclados logré salir con mi pequeña compra de frutas y verduras para dos o tres días.
Sigo con ganas de comprar pan y me voy a otro supermercado en La Lago, al final de la 72, con mayor optimismo estaciono cómodamente, veo que la gente sale hasta con jabón de lavar, me dije: ¡aquí fue, este es el sitio!, entro al súper contenta porque además de pan llevaría jabón, mi sonrisa de dientes asomados permanentemente se desvaneció al ver una cola que daba una vuelta completa al lugar, caminé un poco, vi a la gente con sus carritos hasta el tope como si estuvieran guardando comida para una posguerra, hacían llamadas nerviosas mirando a todos lados, de reojo también, salí espantada y decidí irme a otro lugar.Un lindo supermercado en 5 de julio con la 3F seguro estaría cómodo y con poca gente como siempre, por primera vez en años visitando ese sitio veo tantas personas. Aceite de oliva, champiñones, galletas importadas, quesos y embutidos variados acompañados de algunos licores colmaban los carritos donde ni siquiera había ningún tipo de pan, espantaron mi compra en el lugar que antes me seducía por su comodidad. Salgo despavorida y asombrada hacia la famosa charcutería de Dr. Portillo con 3F, carros de lujo alrededor, mientras 20 personas esperan afuera su turno para entrar y realizar sus compras de contingencia.
Sigo mi ruta, ni siquiera en la panadería que está al cruzar por mi casa se podía entrar, intenté ir caminando desde que llegué a las 5:15, aproximadamente, entre el gentío y los puntos lentos decidí salir en el carro a buscar el pan. Todos los supermercados de la 72 full, no cabía un alma, un carro, un suspiro. Finalmente, llegué a una panadería, la que me queda a un minuto en carro desde mi trabajo, allí logré estacionar justo al frente, un mollejero de personas adentro, recobré mi optimismo al ver todas las cajas funcionando y los puntos pasaban rápido, en esa media hora la gente se preguntaba: ¿a qué hora comienza el paro? ¿será que podemos salir tempranito al trabajo antes que cierren las calles? ¡yo si prendo cauchos! ¿ay mija, dónde conseguiste ese diablito? ¡llamá pa la casa y preguntá si llevo queso amarillo!. Compré 14 pancitos, jamón y queso. A las 10:30 llegué a la casa y a cuatro voces escuché: llegó el pan!!!!
Mysol Fuentes
Noticia al Día
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