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La espera de Eveling de Rosales y su angustia por “los misterios de Manuel”

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Eveling de Rosales al ingresar al vehículo que la trasladó desde el aeropuerto La Chinita hasta la calle 72. Foto: Noticia al Día

Eveling de Rosales al ingresar al vehículo que la trasladó desde el aeropuerto La Chinita hasta la calle 72. Foto: Noticia al Día

A las 2:00 de la tarde llegó al aeropuerto internacional La Chinita la alcaldesa de Maracaibo, Eveling Trejo de Rosales. Acompañada de todos sus hijos y con una réplica de la tablita de la Virgen de La Chinita, sus primeras palabras fueron: “Aquí estamos, para esperar a Manuel pase lo que pase”.

Medios de comunicación nacionales e internacionales rodearon de inmediato a la esposa del líder de Un Nuevo Tiempo (UNT) que estuvo en el exilio seis años. Desde la entrada de la terminal internacional aseguró que la noche anterior visitó La Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá en el casco central de la ciudad y conversó con el párroco Eleuterio Cuevas. “Le pedí que me diera la bendición y él me dijo que tuviera mucha fe”, señaló antes de pasar a otros temas de interés para la prensa y saludar a los dirigentes opositores presentes, como el exgobernador del Zulia Pablo Pérez, la dirigente Nora Bracho o el periodista Kiko Bautista.

A eso de las 2:45, ya la euforia previa a la llegada de Rosales había mermado y a pesar de que faltaba menos, la espera comenzaba a hacerse larga. “Esta vaina es muy arrecha. Será difícil pero espero que no hayan showcitos”, comentaba la alcaldesa a quienes le rodeaban. Nunca estuvo sola.

También contaba que había conversado vía telefónica con Lilian Tintori, esposa del líder de Voluntad Popular (VP) Leopoldo López, quien fue sentenciado a casi 14 años de prisión y se encuentra recluido en la prisión militar de Ramo Verde. “Ella me dijo que fuera fuerte. Que no les diera el gusto a ellos (el Gobierno) de verme llorar”, señalaba durante la espera.

“Alcaldesa esto es para usted”. Un joven que trabaja en un kiosko de la terminal internacional se le acercó para regalarle una botella de agua a las 3:10 de la tarde. Al principio ella se mostró confundida y respondió a lo “políticamente correcto” con un ¿quieres que te dé algo?, pero después entendió la intención desinteresada del muchacho, lo abrazó y le dio las gracias.

Allí, cerca de las puertas eléctricas que separan a los pasajeros que llegan al aeropuerto de sus seres queridos, la alcaldesa hizo notar la poca información y los muchos rumores que circulaban sobre el regreso del exgobernador. “Esto se debería llamar ‘los misterios de Manuel’, ni yo misma sé en cuál vuelo viene, ni a qué hora llega. Ni a mí me han dicho bien”, decía entre risas nerviosas.

Por los pasillos del aeropuerto se escuchaban varías teorías. Y cada vez que una persona arribaba al área de equipaje, la alcaldesa, los dirigentes que le acompañaban y los medios se ponían alerta.

La alcaldesa de Maracaibo mostrando la réplica de la tablita de la virgen de La Chinita. Foto: Noticia al Día

La alcaldesa de Maracaibo mostrando la réplica de la tablita de la virgen de La Chinita. Foto: Noticia al Día

A las 3:40 una llamada hizo que la terminal internacional se vaciara y Eveling corriera, tomada de la mano de Alejandrita, su hija más pequeña, hasta la llegada de los vuelos nacionales. “No te separes de mí, a menos que sea para estar con tu hermana”, le decía la alcaldesa a la niña mientras la multitud la rodeaba en el camino a la otra punta del aeropuerto.

La tensión en el ambiente fue mayor después de las 4:00, cuando estando en la sala de espera de llegadas nacionales recibió una llamada. “Ya llegó el avión. Están bajando a todos los pasajeros y van a dejar a Manuel de último. Una comisión lo está esperando para detenerlo y llevárselo a Caracas”. Ella escuchaba y repetía a vox populi entre sorprendida y resignada lo que su interlocutor le informaba. A las 4:28 de la tarde, hora en la que aterrizó el avión que trajo a su esposo de Aruba, ya la alcaldesa sabía que Manuel Rosales no pisaría La Chinita, ni mucho menos daría su discurso en la calle 72.

En una camioneta Nissan color negro dio sus últimas declaraciones desde el aeropuerto: “No sabemos qué va a pasar”. El llanto de una señora mayor que le preguntaba por qué había permitido que Rosales se entregara a la justicia venezolana le hizo bajar la cabeza. Y antes de cerrar la puerta del vehículo, con lágrimas en los ojos y la voz entrecortada, dijo: “Nos vemos en la 72”.

Gysell Cobos / Noticia al Día


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