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La otra cara de Santa Rosa de Agua: Alexander Valecillos, el cuatrista de los sueños (5/5)

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Entre manglares, palafitos y décimas un pueblo zuliano perdura en el tiempo: Santa Rosa de Agua. Ahí, más allá de la violencia conocida y que no supone una novedad, la historia y la cultura se amalgaman y moldean una comunidad única en la región. Noticia al Día cierra con esta quinta publicación el seriado de la  versión opacada de este sector de agua, esa otra cara de la moneda que siempre guarda un aliento de esperanza

Él toca. Cierra los ojos. Toca. Los dedos de su mano derecha bailan sobre las cuerdas; los de la izquierda fijan el paso. La rapidez de los movimientos hipnotiza. Pareciera que, por minutos, estuviese suspendido en un mundo donde solo existen las melodías. El cuatro es una extensión de él mismo.

Si de alguien está orgulloso la comunidad de Santa Rosa de Agua, pueblo de cultores y eminencias musicales, es de Alexander Valecillos, un muchacho de 19 años con menos de 60 kilos de peso y miles de toneladas de talento.

Aunque nació en el barrio La Musical, al oeste de Maracaibo, cuando cumplió los 9 años se mudó a un palafito en Santa Rosa de Agua, poblado que lo adoptó como hijo propio y «ha sido testigo» de su «transitar», por lo que se siente «comprometido» con él, y la forma de retribuirle esa fuente de inspiración para su música será llevar el nombre a todo los rincones del mundo, o al menos eso sueña.

Y eso que él observa con pasión en Santa Rosa es lo mismo que lo hace tocar. «Cuando veo el lago, los sueños vienen a mí. Esos paisajes y la misma consciencia  me inspiran», dice frente a su hogar, con cuatro en mano.

Pero años atrás, cuando pisó este pueblo de agua, no tenía un cuatro, sino una red con la que trabajaba como pescador. Sin embargo, desde pequeño, incluso antes de nacer, lo sabía.

«Cuando mi mamá me tenía en su vientre me cantaba gaitas», recuerda con orgullo. Por algo Alexander es el único de cinco hermanos en dedicarse a este arte.

Aparte de su amor innato por la música venezolana, crecer rodeado de cultores le ha permitido desarrollar notables virtudes al «Matacán Playero», como lo suelen llamar sus amigos.

A los 14 años compuso el bolero Mi Pasión, que en 2013 fue tomado e interpretado en un concierto en La Estancia por la agrupación zuliana Quinto Criollo junto a la Orquesta Sinfónica de Maracaibo, dirigida por el maestro David Rahn.

«El camino que tomé cuando era pequeño es el mismo que me ha llevado a conocer mi rumbo. La música me lleva a otra vida. Me ha hecho compartir con muchas personas», manifiesta mientras detalla que su «pasión» le ha permitido colaborar —por nombrar algunos— con los ya consagrados Caibo, Sol Musset, Huáscar Barradas, Oscar D’ León, Rafael «Pollo» Brito, Ricardo Cepeda, Gustavo Aguado y el cuatrista Gustavo Colina, a quien considera su mentor.

Con su voz pausada, pasiva y notable propiedad en las palabras, cuenta: «La música venezolana es muy amplia y sentimental, y a veces oculta, porque tenemos muchos géneros que nadie conoce, como el calipso, la malagueña, el paso doble, la polca, entre otros».

Alexander, destaca, escucha todos los géneros criollos y los «lleva» al cuatro, su compañero eterno.

Sobre el porqué seleccionó ese instrumento, asegura: «El cuatro es muy versátil, para mí es el mejor del mundo, porque con él se pueden tocar, a la vez, melodías, acompañamiento y percusión».

Esas tres acciones las han presenciado los habitantes de los palafitos, quienes han visto a Alexander recrear sueños con el cuatro.

«Él es el muchacho prodigio de Santa Rosa», comenta con ojos brillosos Rafael Ortega, apodado «Paito», un reconocido cultor de la zona quien mantiene con vida los pasos de su padre Miguel Ortega, el legendario «Indio Miguel», cantautor y decimista.

Para Alexander, la opinión de «Paito» y de muchos otros cultores que lo apoyan valen oro y valora cada una de ellas, pues han influido en su formación.

Aún no cumple 20 años y, como pocos, puede anotar en su repertorio presentaciones en Sábado Sensacional y con la Sinfonía Gaitera Don Pedro Colina en el Festival de la Orquídea. En la actualidad estudia en el Conservatorio de Música José Luis Paz e imparte clases de cuatro a estudiantes del Sistema Nacional de Orquestas en el núcleo de Santa Rosa de Agua. Evalúa estudiar comunicación social en la capital zuliana o música en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Unearte) en Caracas. También está por lanzar su primer disco Cuatro Cuerdas, que posee siete piezas con arreglos personales.

Los palafitos sirvieron de escenario para la conversación y para tratar de ver el mundo como lo hace Alexander: lleno de sueños que se tejen con las cuerdas del cuatro. Ahí, lo único que pidió (y sueña) es que se abran más espacios en el estado y país donde se ofrezcan conciertos de música criolla.

Para él, tener un cuatro entre las manos y no hacer música produce la misma ansiedad que siente un futbolista con un balón entre los pies sin poder jugar. «La música venezolana llega al alma, al espíritu. Y haré lo posible para que llegue al mundo entero», prometió con convicción.

Por ello, el lago, Santa Rosa de Agua y sus habitantes fueron testigos, una vez más, de la virtud del cuatrista zuliano. Ante ellos, tocó, cerró los ojos… y siguió tocando.

El cuatrista está presente en Instagram como @alexvalecillos y en Facebook como Alexander Valecillos

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David Contreras

Fotos: Kitsson Barrios/Cortesía

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