
Luis Díaz pescando. Foto: David Moreno
De las dificultades, dicen, surgen las mejores ideas y, los venezolanos, estamos demostrando el temple, la capacidad de inventar, de buscar salida a la crisis. Tal parece que la falta de alimentos nos obliga a volver a la “caza y a la pesca” como el hombre primitivo.
Crisis, ¿qué comportamiento te genera una crisis?, ¿qué decisión debes tomar cuando un conglomerado de personas depende de tus manos?, ¿qué harías si un niño eleva su rostro hacia el tuyo, hablando y gesticulando su deseo de comer, aunque sea una migaja de pan? Es ahí cuando la incertidumbre realiza acto de presencia.
Un sol incesante, el típico de las 10.00 de la mañana, una brisa un tanto refrescante pero llevando consigo un aura de ardentía, árboles sonrientes, iluminación que provoca deslumbramiento, que se suma al reflejo del imponente Lago de Maracaibo. El camino puede detallar hasta mil historias de lo sucedido, lo han tocado un sinfín de personas, hasta el punto que se topan con una cerca de concreto, ayudando a mantener la estética del parque. Sí, efectivamente, la locación es la Vereda del Lago.

Los hermanos observando lo que pescarán. Foto: David Moreno
En un abrir y cerrar de ojos, un compañero asomó el pesimismo: “No es el día, aquí no habrá nada”. No había terminado de decir la última palabra, cuando se escuchaban risas. “¿De dónde proviene eso?”, cuestionamos. Instantáneamente se efectúa un giro de sesenta grados hacia la izquierda, se agudizaron los sonidos.
En la baranda, dos risas conjuntas, el más sobresaliente con un gorro de pescador amarillo, franela de pesca y una cajita de accesorios para ejecutar dicha actividad. No pasaban de los 11 años –¡pero vaya, qué técnica!–, en sus manos, su arma: una caña compuesta por madera de cerezo, pulida, brillante, adherida con fibra de carbono, totalmente a su medida.
— Eres muy bueno, ¿cuánto tiempo llevas en esto?
— No lo recuerdo. Mi papá me enseñó desde muy chiquito.
— ¿Desde muy chiquito?, ¿entonces qué edad tienes?
—10 años, señor.
— Por cierto, ¿cómo te llamas?
— Luis Díaz.
— ¿Qué estudias?
— Quinto grado, en la escuela Camil Hernández.
En el mismo momento del diálogo, el niño exclama: ¡¡¡mordió, mordió el anzuelo!!! Sacó un fruto, de las inmediaciones que custodia el mismísimo dios de las aguas, Poseidón.
— ¿Qué es eso?
— Es un pez sapo, señor.
— ¿Y se come?
— No, cuando se pesca se tiene que saber mucho. Por ejemplo, si te comes este animal, así lo cocines, sus toxinas te matarán en 20 minutos.
— ¡Ah!, ¿pescas para comer?
— No, pero conozco a alguien que sí. Sígame.
Es muy poco probable que un niño mienta, increíble es su deseo de aportar, se nota la pureza en sus ojos y su alegría de querer brindar la información. “Tome mi bicicleta y diríjase al puente, ahí estará el señor Chayanne”, dijo.
Efectivamente, recorriendo la parte costera del parque, la distancia fue de 2km en dirección sur. Ya se visualizaba el puente y debajo del mismo sale disparado un nailon transparente. Era una caña casera, totalmente distinta a la que poseía el infante.
— ¿Usted es Chayanne?
— Sí, dígame.

Chayanne Garcés, cada día, debe esperar con paciencia para ver sus frutos. Foto: David Moreno
No bastó protocolo de presentación para que pudiese hablar de lo que hace y cómo la crisis ha transformado esto en su trabajo. Chayanne Garcés, cinco años pescando en las orillas de la Vereda del Lago, padre de familia y con tres bocas que alimentar.
Con una mirada de incertidumbre, un poco preocupado, manos temblorosas, habló: “Hago esto porque es lo que mejor puedo hacer y con resultados rápidos, mi objetivo diario es pescar lisas, ese pescado tiene mucha carne y pocas espinas, además se vende a un muy buen precio”.
Garcés está desempleado. Este trabajo lo ha ayudado a seguir adelante y sin mucho costo, sueña con montar su propio negocio de pesca, pero le frustra la idea de no poder hacerlo por la situación actual del país.
La lisa es un pescado exquisito, pero requiere de habilidosas manos para su preparación. Por día, el hombre pesca entre tres o cuatro kilos de la misma, entre lo obtenido, lo distribuye para su casa y para la venta.
“El kilo de lisa lo venden aproximadamente en mil bolívares, con esto puedo tratar de sustentar a mi familia. Ya que este pez se alimenta de lino –lo conocemos como ‘sipa’– hay que saberlo hacer. Se debe lavar bien y quitarle un parásito que tiene en la espina dorsal”, agregó Garcés.
Existe un horario para pescar exitosamente, el róbalo sale a las 6.00 de la mañana. La lisa al mediodía, casi siempre a las 12.00. El pez carpeta en la mañanita a las 7.00. El ‘ronquito’ en la tarde, cuando baja el sol, y el bagre a toda hora pero se debe saber capturar.
Al otro lado del puente, se escuchó: “Ya llevo siete lisas, voy por tres más para tener mis buenos platos en Semana Santa”.
— ¿Quién es él?
— Es un amigo. Nosotros somos un grupo de seis o siete que se reúne en este mismo punto para pescar, diariamente.
— ¿Ellos tienen la misma necesidad?
— Todos tenemos necesidades en estos tiempos.
— ¿Cuántos lleva para Semana Santa?
— ¿Ah?
— O sea que, al igual que ellos, ¿comerá este pescado en Semana Santa?
— Claro.
— Gracias, señor Garcés.
— Cuando desees, ven y te armo una caña gratis –carcajea–.
El venezolano se caracteriza por resolver en todo tipo de adversidades, he aquí el ejemplo claro de estas personas que han dedicado su tiempo a la pesca, solo para generar ingresos. Solo resuena una cosa: ¿la crisis genera oportunidades que nunca se pensó hacer, o hemos vuelto a la pesca para poder subsistir?.

El tipo de hilo, que utilizan para pescar.

La técnica de tiro, llamada “el robo”
Emanuel Faría/ Pasante
Fotos: David Moreno
Noticia al Día